Se buscan Numantinos
- Alfonso De la Puente
- 6 dic 2022
- 2 Min. de lectura
Ocurrió hace más de 2000 años. Tras veinte años de guerra, Publio Cornelio Escipión, el general más famoso de Roma, era enviado por el Senado para acabar con Numancia, cuya resistencia se había alargado veinte años. De esta manera aparecieron cerca de 6000 romanos, organizados en la más estricta disciplina y que contaban con un cuerpo de caballería, un ejercito auxiliar de mercenarios indígenas y celtíberos, máquinas de guerra y una estratégica táctica con la que consiguieron encerrar a los 4000 numantinos a los que se enfrentaban.
Los peninsulares peleaban en grupos rápidos y hábiles, armados con pequeños escudos en forma de círculo, lanzas, hondas, espadas cortas y cascos de cuero. Eran expertos en el adiestramiento de caballos y atacaban de manera rápida para después huir en zonas donde podían asaltar por sorpresa al enemigo, como collados o zonas escabrosa.
Los romanos habían acorralado Numancia y les habían encerrado en su ciudad utilizando un cerco de siete campamentos, unidos por un muro de nueve kilómetros y cuatro metros y medio de alto. La situación había llegado a una situación límite, hasta el punto de que los asediados, por culpa del hambre, se vieron obligados a alimentarse de los cadáveres de la gente que moría en la ciudad para sobrevivir.
Demasiado habían hecho los guerreros numantinos contra un ejército regular y profesional como el de Roma, sin embargo, tras once meses de asedio, Escipión negoció una paz que nunca llegó a tener lugar como él hubiese querido: indicó a los numantinos un día y un lugar para que depositasen las armas con el objetivo de que, al día siguiente, se entregasen ellos mismos en otro lugar al ejército romano.
La finalidad de esa capitulación era clara, la muerte o la esclavitud, condición que un guerrero peninsular de esa época jamás habría aceptado, por lo que la sumisión ante el enemigo nunca ocurrió.
Por parejas, los guerreros numantinos combatieron junto a una gran hoguera que hicieron en la ciudad. Aquél que ganase el duelo, había de depositar el cuerpo inerte de su contrincante en la hoguera y acabar con su propia vida, para después ser consumido por las llamas al igual que su compañero.
Irrumpieron entonces los romanos en la ciudad y vieron con sus propios ojos cómo el pueblo al que habían vencido había preferido no vivir antes que someterse a ellos, habían elegido quitarse la vida antes que vivir como esclavos. Los guerreros numantinos habían decidido que no querían manchar su vida y su legado entregándose el enemigo.
Historias como éstas se suceden con regularidad en nuestra historia. Los historiadores más esencialistas colocan en esta etapa una de las primeras piedras de lo que hoy llamamos España, y hay estudios que, aunque no lo confirman, plantean que algunos de nosotros podemos encontrar nuestros antepasados más originarios en estos grupos guerreros.
La comparación con la actualidad es desternillante, sin embargo, un día como hoy, en el nos encontramos ante la más inhumana, feroz, cruel y desesperante resistencia frente a la postmodernidad, puede ayudarnos pensar que la tierra que hoy pisamos y tratamos defender, hace años fue habitada por un tipo de hombres que preferían morir antes que vivir como esclavos.

Alfonso de la Puente Carabot
06/12/2022
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