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DON QUIJOTE CONTRA LA SUMISIÓN

Hace unos meses, en una entrevista-coloquio, escuché decir a Juan Manuel de Prada que leer El Quijote sería, aunque no suficiente, una muy buena manera de comenzar a cambiar el mundo. Y si considero que sus palabras están cargadas de razón, es por pasajes como el del capítulo en el que don Quijote concede la libertad a un grupo de condenados.


Lo que Cervantes nos muestra en este capítulo es la más nítida rutina en el mundo de hoy: una procesión de desdichados que no sólo conocen su delito, sino que también conocen a su liberador y, conociéndolo, lo traicionan.


Don Quijote pregunta a cada uno de ellos la causa que los llevó a ser condenados y todos ellos reconocen el quebrantamiento cometido contra las leyes del rey, sin embargo, el caballero se apiada de ellos diciendo:


“De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos, he sacado en limpio que, aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad, y que podría ser que el poco ánimo que aquel tuvo en el tormento, la falta de dineros deste, el poco favor del otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades.”


La imprudencia que comete don Quijote es no exigirles la contraprestación antes de hacerles el favor pues, tras liberarlos, les dice que se lo agradezcan marchando a la ciudad del Toboso para hacerle saber a su amada la hazaña de la que han sido testigos. No conociendo don Quijote la condición del hombre esclavo, que abraza sus cadenas y teme a la libertad, acaba, junto a su compañero Sancho, apalizado y “mohinísimo de verse tan malparado por los mismos a quien tanto bien había hecho”.


Y es que la realidad es la misma hoy que hace cinco siglos, los esclavos de la obra de Cervantes creían haber quedado liberados al conseguir aprovecharse del pobre loco que protagoniza la historia, sin embargo, no sabían que, al no rendir cuentas a las manos de la libertad (que siempre exige de responsabilidad y señorío), abrazaban una esclavitud peor, la de la traición a los valores del hombre y su virtud, al honor, a la dignidad y al decoro, renunciando así, irremediablemente, a vivir una vida lejos de la sumisión a uno mismo.


Hoy más que nunca, El Quijote y Cervantes deben ser ejemplos de la lucha y la revolución actual: anteponer los valores humanos y los principios más básicos del hombre (entre los que se encuentra la libertad), antes que la apacible y tranquila sumisión (lejos de los problemas y las dificultades) que nos ofrece el mundo de hoy.


Alfonso de la Puente Carabot.

03/04/2023


Quisiera, para terminar de cerrar la cuestión que hoy analizamos, compartir en este artículo la conversación mantenida entre Juan Manuel de Prada y Gonzalo rodríguez García, en la que invitan a reconocer la obra de Miguel de Cervantes como método para cambiar el mundo de hoy.




 
 
 

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